lunes, 13 de mayo de 2013

Papá ¿Cuándo Comemos?

Los platos vacíos, los niños inquietos, pronto estarían llenos. Con sus manitos agarrando los cubiertos miraban incrédulos a su padre que a su vez, nervioso y sudando les devolvía a los dos la mirada. Pensaban que ya habían superado esta situación la Navidad anterior, que todo había quedado atrás.

Intercambiaron miradas, eran los únicos que quedaban de lo que una vez fue una familia de seis hermanos, desde que empezó la tradición, usaron a su favor el ser los más chicos, sus hermanos nunca los vieron como una amenaza.

La luz fría hacía del ambiente más tenso, no sabían si el color pálido enfermizo que habían adoptado era culpa de las lámparas o de la espera. Su padre seguía observando, tratando de calmarse. ¿Por qué estará tan nervioso? se preguntó Carlitos, aunque en el fondo sabía que su padre temía que el sobreviviera, Joaco siempre fue el favorito.

Las manchas en las paredes les recordaban a sus hermanos, a  Damián y sus pavadas, como Nadia les dibujaba animalitos, Marcos, que nunca se pudo llevar bien con Joaquín, cuatro días estuvo enfermo de la barriga después de su muerte y Juani, del que no se acuerdan mucho, fue el primero en morir y ellos eran chicos.

A Joaquín le rugía la panza, hacía dos días que se miraban sin hacer nada más que esperar y a su forma, despedirse. Los dos tenían hambre, pero no podían desobedecer a su padre, no podían comer sin que les diera permiso, se sienten muy orgullosos de su obediencia. ¿Era hora de comer? Es difícil darse cuenta, apenas podían distinguir los rasgos de su padre al otro lado del vidrio ahumado que separaba la cocina del cuarto de papá.

Esta era la última vez para cualquiera de los dos, y fuera cual fuera el resultado, la libertad los esperaba. Vivo o muerto, ya no habría más violencia en la vida de ninguno.

Perdieron a su padre de vista y escucharon ruidos venir de la puerta blindada. Pronto, uno de ellos estaría muerto y serviría para alimentar a su hermano. Muy lentamente su padre entró a la cocina, traía dos paquetes envueltos en papel blanco, raro. Apretando cada vez más fuerte los cubiertos, se preparaban para escuchar la orden, niños, es hora de cenar, las palabras resonaban en sus cabecitas.

Pero un olor extraño invadió la cocina, provenía de los paquetes. Su padre los apoyó sobre la mesa, los abrió frente a ellos y no podían creer lo que veían, comida. Confundidos, miraron a su padre. ¿Sería posible que los dos pudieran vivir en libertad?

"Chicos", dijo su padre "este año celebramos, relájense, no es necesario que peleen, es necesario que se alegren, que festejen. Mamá está embarazada".

Tan pronto, terminó de hablar, los chicos empezaron a llorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario