lunes, 12 de marzo de 2012

La saga de Rosco. 1er fragmento.

Si algún día escribo un libro quiero que tenga esto en algún lado:

   Solo quedaban el y su motocicleta. Los cuerpos calcinados de sus enemigos ahora arte abstracto en el pavimento. Es una vida violenta, pero es su vida y a Rosco le gusta. Limpió sus botas, terminó su cigarro y se fue, pero no sin antes dejar una nota para El Duque: "¡Las calles viven!". El Duque entendería.
   El aire golpeaba su cara como un ladrillo mientras se perdía en el horizonte carmesí, la noche estaba cerca y estaba en tierra de carpinchoides. Montevideo ya no perdona a los débiles pero apremia a quienes saben cuando correr. Con poco tiempo en sus manos apretó el acelerador agotando sus reservas de hipermagma, si eso no fuera suficiente, confiaba en la pieza de kilo y medio de abdalium que llevaba siempre en su cintura, un recuerdo de una era más digna, una obra maestra del arte de matar. Había prometido no volver a disparar, pero sabía que era una promesa que, como muchas otras, estaba a punto de romper, el aliento de carpinchoide estaba en el aire...

1 comentario: