jueves, 25 de abril de 2013

Hamsters

Como todos sabemos, las mascotas le pueden enseñar mucho a un niño, son más que un compañero de juego, son una lección de vida en potencia. Muchos padres pretenden que sus niños aprendan responsabilidad cuidando a sus mascotas. El perro, mascota por excelencia de el hombre, parece ser el que mejor cumple esta función, el niño aprende, genera un lazo empático y con el tiempo, se prepara para decirle adios a su compañero y así aprender sobre la muerte.

Otras mascotas no sirven para aprender sobre el fin de la vida, por ejemplo, considerando el tiempo que pueden vivir las tortugas, algunos biólogos y sicólogos creen que las tortugas son las que en realidad tienen dueños para aprender ellas sobre la muerte, los humanos y los reality shows en general.

Pero mi intención no es hablar de esas mascotas, no. Hay un tipo de mascota que con el solo acto de comprarla, un padre le está queriendo transmitir a su hijo todas las amarguras y tristezas de la vida, hacerle comprender que se nace en la cima y te apresuran por la bajada, nada es eterno, la felicidad es efímera, la madre de Bambi está muerta, Dios está muerto y los Simpsons ya no son graciosos.

Este capítulo tiene 17 años.

No es un tipo de perro, no es un pez o algún tipo de pajaro deprimido, ni siquiera el gran tirano y déspota que puede ser un gato. Hablo de los hamsters, esas pequeñas bolas de miseria roedora que atraen la desagracia como las putas a Charlie Sheen.

Nunca tuve un hamster, pero nunca escuché una historia de hamster que terminara alegremente, cada vez que alguien dice "tenía un hamster" inmediatamente pasa a contar como se le murio trágica, accidental y dolorosamente. Mientras que muchas historias de perros terminan en "y el pobre se puso viejito", las de hamsters varian entre "desapareció y lo encontramos en la aspiradora", "me di vuelta y lo aplasté durmiendo la siesta", "papá hamster se comió a sus crias", "nos fuimos unas horas y apareció duro y deshidratado" o "el perro le arrancó la cabeza" (probablemente marcando su superioridad en lo que a ser mascota se refiere).

La existencia del hamster es terrible, una vida de engaños y conformismo, formar una familia que probablemente trate de matarlo mientras duerme en su pequeña jaulita y una rueda de ejercicio para recordarle lo que debería ser su vida es la única alternativa que tienen a enfrentarse a un mundo donde el peligro acecha en cada esquina en forma de aspiradoras, perros y championes converse, la metáfora perfecta del hombre moderno.

Mientras que con la muerte de su querido perro un niño aprende que no todo en la vida es para siempre (ni siquiera la vida misma), del hamster aprende que la muerte es inevitable, llega más temprano que tarde y probablemnte sea dolorosa, inesperada y humillante y por si fuera poco, motivo de risa con el pasar de los años.

1 comentario:

  1. Yo tenía un hamster... Dos, se hecho (ahora que lo pienso, parece haber sido una especie de soborno de mis padres para mi y mi hermana, después de que naciera el varoncito...).
    Uno desapareció, sospechamos de un gato en la casa de afuera... El otro, en una de las tantas veces que se escapaba de la jaula en el apto, apareció días después muerto, ahogado en un balde de agua jane en el baño. El tipo había trepado por el trapo de piso apoyado sobre el balde... de hundió y pataleó por su vida hasta ahogarse lentamente en agua sucia y tóxica....

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